sábado, 11 de julio de 2009

Ocaso


Camino por la ciudad... acabo de dejarla en la esquina de su casa. Ya es tarde... o pronto... según se mire.

Camino sobre mis pasos durante unos metros y luego atravieso el asfalto sin ningún miramiento. La Avenida Portugal está vacía, es delicioso. ¡Oh, sí! Sentir por un momento que puedo disfrutar de todo el espacio público, que el estado restringe mi libertad si no que pavimenta una sólida capa de alquitrán para que pueda bailar sin miedo a descoyuntarme la cabeza, que todo el bien estatal que nos pertenece a todos, por lo menos yo, lo disfruto.

Tras mi demostración del "El lago de los Cisnes" retomo la acera ("Nunca hay que confiarse" me digo). Camino sobre mis pasos, es como si en las baldosas ya estuvieran marcadas las huellas que voy a describir con mi trayectoria... "¿Demasiado alcohol?" Me pregunto a mí mismo. No, esta noche el Whiskey se ha portado bien. Es más, de haber traspasado la raya dudo que ella hubiera tolerado mis besos ¡Y vaya si los toleró!.

"¿Pero y ella? Me digo. Cómo es posible que ... ¿Cómo es posible que no me supieran a nada?. ¿Es que sabían a lo mismo que mi boca? (Whiskey aguado). Es increíble... Camino sobre mis pasos, absorto en mis pasos, absorto en sus besos insípidos, absorto en...

En el ocaso.
Una amalgama de pinceladas amarillentas y anaranjadas rasga el firmamento, ya moribundo. Es como si... No sé. Me recuerda a la llema un huevo frito (de esos que te susurran... ¡explótame!), una llema que se esparce por el inmenso techo azul, y que en vez de languidecer se revigoriza a cada minuto, inundándolo todo con sus auroras multicolores y sus caprichos crepusculares. Es una placenta chorreante sobre un fondo celeste, que desparrama fluídos gualdas sin ningún control.


Me dan ganas de volver a bailar, sigue sin pasar ni un solo coche y ya he pasado el cruce con Salesianos. Me acuerdo de mi abuelo, lo que no tenía nada claro es si me abuelo se acuerda de algo de los Salesianos... . Y en mi mente empieza a fraguarse una melodía de singular base armónica. Y el ocaso sigue ahí, cada vez más refulgente.

Bajo por "Las escaleras de los gatitos" y sigo por "La Casa Encantada". Son las 7:30 y uno que yo me sé está embarcando para partir al corazón de la Vieja Europa.

Camino sobre mis pasos. Llego a una plazoleta sin nombre y miro hacia mi izquierda. Ya es demasiado imponente como para poder resistirse. Me empiezo a desviar de mi camino, de mis pasos. Me importa un comino, el cansancio ha dado paso a una indolencia de mi cuerpo inquietante. He tirado por la perpendicular del camino que tira a mi casa, hacia el descampado que franquea las vías. El P.A.S. se ha instalado allí, pero sus barreras nada pueden hacer para detener mi paso. Una vez evitado el obstáculo subo por el descampado y empiezo a trepar por las piedras, y por fín alcanzo la cima. Gatos callejeros aparecen por todas partes, alzo el artilugio y...
ZaS!:




















Me dicen < Éste será nuestro pequeño secreto... >.


Llego a casa, y auriculares en clavinova, empiezo a tocar aquella melodía singular.

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