lunes, 4 de mayo de 2009

Bubble


Soy... un monigote balanceándose a través del abismo...






Las 7 y poco de la mañana. Acabo de apagar el despertador (Himno de la Alegría para empezar bien) y voy palpando lo que me rodea avanzando por mi casa.






Enciendo la luz del baño. Me ciega, me hace daño. Y no me gusta que me haga daño, lo inunda todo y penetra por la cuenca ocular. Ya puedo mirar hacia el suelo, ya puedo apretar los párpados que de nada servirá, los fotones rebotarán y siempre llegarán hasta donde se propongan; y una vez dentro, el impulso nervioso se propaga y se propaga... y se convierte en causante del tormento mental mañanero.









Abro el grifo...






¡Por fin!






Noto como, una a una, las gotas de agua se lanzan al vació para estrellarse sobre mí. ¡Plaf! En batallón desfilan al compás de esta banda sonora doméstica que es el pitido de la presión de la ducha. Cada poro de la dermis reacciona con un escalofrío al paso imparable de esta marcha gravitatoria hacia el plástico de la bañera, odisea por un cuerpo mediocre, Anatomía de Nacho.









Y pongo el grifo para que me llegue el agua más caliente. No puedo evitarlo. Una a una, las gotas paracaidistas que no se evaporan en su salto me impactan y comienzan su grácil andadura. Y me escaldo, sé que me paso de la raya pero soy así con algunas cosas. Siento como llega un momento en el que los nervios de la piel me piden a gritos que me retire del chorro hirviente, pero no quiero. Ya he aprendido a sofocarlos, su voz no se calla mientras me esté abrasando la piel, pero en ese momento he tomado una decisión y es quedarme inmóvil en ese sitio.






¿Y por qué permanezco en el mismo lugar pudiendo moverme para no quemarme? ... me pregunté el otro día.









Y esta mañana lo comprendí.












Sufro la abrasión de la corriente porque evoca viejos recuerdos... El agua (hirviente) es lo más parecido a un abrazo que he tenido desde... desde hace más de dos años. Por que sí, en Nochevieja te das un abrazo con la familia por los que se han ido y vendrán; pero creo que todos los lectores, desde el que me lee siempre hasta el que nunca había pasado por aquí, están comprendiendo a que tipo de abrazos me refiero.



Abrazos en los que te estrechan tiernamente tratando de abarcarte en todo tu ser, absorviendo ambos toda la atmósfera que te rodea para crear la pompa heterea de aislamiento que tanto anhelamos a veces... No más frío en este mundo inerte, no más juzgamientos de incomprensión, eso dice el eco de la burbuja perdida...






Maldita burbuja, ¿Donde estás?



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