miércoles, 16 de marzo de 2011

No fueron malos años para la música clásica.

Y en ello tuvo mucho que ver un nuevo músico y compositor salmantino, Gerardo Gombau. Había estudiado en el Conservatorio de Madrid y desde 1935 era profesor en el de Salamanca. En 1942 crea, con el apoyo del Ayuntamiento, la Orquesta Sinfónica de Salamanca, aunque su vida es corta, exactamente hasta 1945m fecha en que Gombau se traslada a Madrid al haber ganado una cátedra en el Conservatorio de la capital. En esos tres años y con él a la batuta, la Orquesta realiza un buen número de conciertos, en muchos de los cuales colaboró la Coral Salmantina. Ésta, fundada en 1931 por otro destacado músico salmantino, Bernardo García-Bernalt, fue la única de este tipo que existió en la ciudad durante bastante tiempo. Gombau creó y dirigió también el grupo de cámara "Trío Castilla", cuyas actuaciones tenían lugar en el café Castilla, en el Casino y en el Conservatorio. Al mismo tiempo, compuso un conjunto de obras de temática regional y local como Aires de Castilla (1932), Escena y danza charra (1933), Dos canciones castellanas (1936), Ballet Charro (1943) o Amanecer (1944). Gombau abandonaría posteriormente esta línea compositiva de carácter nacionalista en beneficio de una música más abstracta y de técnica más avanzada. Fue entonces, a partir de finales de los cincuenta, cuando conquistó un lenguaje musical original, experimental y de alta calidad. Algunas de las obras más representativas de esta etapa de madurez son Texturas y estructuras (1963), Música para ocho ejecutantes (1966), Música 3+1 (1967) y Pascha Nostrum (1967).

En 1948 surgía la Sociedad Filarmónica de Salamanca, gracias en gran medida a los esfuerzos del alcalde de la ciudad, Luis Fernández Alonso, que la presidiría hasta mayo de 1953 en que fue sustituido por César Real de la Riva. Los siete años de la presidencia de Real de la Riva, en los que la entidad llegó a contar con más de 1.000 socios, fueron muy brillantes. Se organizaron 134 conciertos, dos por mes, y actuaron orquestas y solistas de fama nacional y europea como la Capilla de los Tres Reyes de Frankfurt, la Orquesta de Cámara de Berlín, la Filarmónica de Madrid, la Sinfónica de Hamburgo y la de Stuttgart, Nicanor Zabaleta, Gerd Kaemper o el famoso bailarín y coreógrafo francés Maurice Béjart.

El músico salmantino Aníbal Sánchez Fraile estrenó su cuarteto de cuerda, interpretado por el Cuarteto clásico de Radio Nacional, en la Sociedad Filarmónica. Pero D. Aníbbal no debe su mayor fama a ese hecho ni a su múltiple labor como compositor, organista de la Catedral y profesor del Conservatorio, sino a su empeño como etnomusicólogo y continuador de la obra de rescate de ritmos y melodías charras emprendida años antes por Dámaso Ledesma. Fruto de ese trabajo de recopilación y transcripción es su Nuevo Cancionero Salmantino, publicado en 1943 y donde se recogen 258 documentos. Y aunque su autor pudo disfrutar de buenas plazas de trabajo fuera de Salamanca, su amor por ésta hizo que meraneciera en ella -desde 1957 como catedrático de Música de Escuelas Normales- hasta su muerte en 1971.

El siglo XX en Salamanca, Cultura.

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