sábado, 26 de septiembre de 2009

Garrulos.

2:39 de la madrugada. Estoy escribiendo con "el puntillo" (más de uno sabe lo que significa eso). Me cuesta diferenciar bien las letras de la pantalla, pero... simplemente no puedo esperar. Probablemente solo lo hago porque me encuentro en este estado, y qué más da.


Tan solo han pasado unos diez o quince minutos. Volvía yo hacia mi casa con el Santo y unos amigos suyos cuando nos hemos detenido en el colegio jesuítico porque uno de ellos tiene que recoger algo en su interior (tiene llaves del colegio, qué responsabilidad ¿no?), en tanto en cuanto se van aproximando un grupo de gente que venía detrás nuestro. Las chicas que nos acompañaban se sientan en los escalones del colegio y yo me fijo en el grupo que se aproxima gradualmente.


Entonces ocurre: Trato de fijar mi vista (con bastante dificultad) en el grupo cuando me percato de que uno de sus integrantes, un maromo que puede ser tres veces Nacho perfectamente, cara enrojecida y pelo engominadísimo, parece que ha tomado impulso.

Sí, efectivamente ha tomado impulso. Tiene su mirada completamente fijada en mí y con las piernas, a dos metros y poco de mí, está tomado impulso.

Me mira con ojos de ira. Sí, esa determinación, la conozco bien. El humanoide definitivamente se ha impulsado con fuerza y se dirige hacia mí. Tiene su brazo como rompeolas.

Es un placaje de Rugby en toda regla, y yo soy la ola, la única ola que tiene que romper.



Yo me quedo alelado (una postura un poco tonta por mi parte) y mantengo mi mirada fija en sus ojos.

Sé que, aunque no pueda recordarlo, ocurren muchas cosas en ese segundo. Pero mi cabeza trata de procesar muchas cosas rápidamente: Una reacción esquiva, el carácter desencajado de mi mandíbula, el miedo (que no llega a sentirse porque el alcohol lo impide) ... y la "conexión" de nuestra mirada, de la que recuerdo una cosa claramente: Mi mirada, gritando subtituladamente: ¡¿Por qué?!




¡PLAS!



¡¿Por qué a un garrulo al que no conozco de nada se le ocurre placarme a las 2:20 de la noche cuando ando pasándomelo bien cuando vuelvo a casa?! ¿Por qué a un pitufo como yo que no le ha hecho nada (Que yo sepa)? ¿Por qué esa mirada de ira, de determinación absoluta a derribarme?



No sentí nada, el alcohol no me lo permitía, y el Santo, que afortunadamente estaba allí cerca me sostuvo antes de que tocara el suelo, del rebote le dí en la boca con mi cabeza (y temo que le pase más factura a él que a mí). Me sentí como un proyectil perfectamente diseñado: me impactó de lleno en el antebrazo y salí disparado como un único ente. Insisto, no sentí nada de nada.


El garrulo en cuestión continuó su camino con sus amigotes (garrulo 2, 3...) sin pararse a mirar, salvo uno que me soltó: "Ve y zúmbale una ostia".


Pero no, no tenía ganas ni valor para darle una lección a un tío que me saca dos cuerpos, si le ficho por la zona ya se me ocurrirá algo.


Se me está pasando el alcohol, me está empezando a doler el brazo. Son las 3:05. Mi vida es aventurada, soy afortunado. No prometo venganza.

Corto y cambio.






2 comentarios:

  1. :O

    estás bien?
    esto me trae recuerdos... el año pasado a un amigo mío un gorila de esos le rompió la mandíbula.

    alégrense ecologistas, el homo erectus no se extinguió. miracle

    hay que ****rse...

    ResponderEliminar
  2. Es lo que toca, aguantar a niñatos que sin una buena razón (y aunque así fuese no es excusa usar la fuerza) te joden la noche.

    Infelices cabrones...

    ResponderEliminar

Censuras: