miércoles, 16 de septiembre de 2009

Frío

El chico en cuestión odiaba y amaba a su país por encima de todas las cosas:

Le interesaba el gran desarrollo artístico y arquitectónico de las iglesias de su país pero no soportaba fácilmente el fervor religioso de algunas personas, le encantaba moverse con trineo de perros pero se desentendía del contacto profundo con la naturaleza, le apasionaban las auroras boreales pero aborrecía el hecho de que la mitad del año se lo pasaran de noche.

── Y el frío ── Añadió ── Esa terrible sensación de que la calle es un lugar hostil porque hace frío todo el año, y no es la coyuntura estacional que trae catarros y fiebres como ocurre aquí en el sur, sino que es constante, persistente. No os podéis quejar. El frío es el peligro incesante. Todos los días tienes que abrigarte como un esquimal si no quieres ser su presa, y cuando vives allí tu infancia no habrá días que por un resbalón no acabes probando el sabor de la nieve de la tundra.

── Pero el frío forma parte de tu país ── Le contestó Sophie algo contrariada ── Ni la tierra ni la gente que la habita se podría entender como la entendemos sin ese condicionamiento.

Pero daba lo mismo. Timo seguía farfullando:

── ¡Oh sí! y mi tío perdió un dedo de congelamiento. Es la gran diferencia entre el norte y el sur. La gente en el sur puede salir a la calle sin temer nada. Por eso la gente en el sur ríe y canta y vive, no sólo existe ¡Sino que siente!, se dejan dominar por las emociones, se apasionan con facilidad. Mientras que en las tierras del frío... Es la cultura del miedo como defensa, la idiosincrasia de la desconfianza por lo ajeno. El frío... es el gran enemigo nacional... junto con el “oso ruso”, claro.

── ¿Qué tienes ahora en contra de los rusos? ── Le espetó Sophie harta de sus soflamas.

── ¡Oh, los rusos son el principal problema de Europa! En Finlandia todas las casas deben tener su fusil por si llega el día en el que se aproxime el oso blanco o el “oso ruso”.

── ¡Basta! No quiero oír ni una palabra más ── Le dijo Sophie, dicho lo cual se dio media vuelta y se acostó de cara a la pared.

── Pero, pero.... chica, si es algo que sabe todo el mundo ── insistió el finés.

Pero Sophie ya no iba a tolerar ni una palabra más. El discurso de Timo le había hecho recordar que desde hace cierto tiempo estaba viendo como la gente se hacía propias las pullas que los políticos de distintos países se hacían entre ellos. Y encima ese animal le hablaba de defendernos por las armas. Sophie no daba crédito. Para ella, si había algo que diferenciaba claramente Europa de América era eso. Para ella el verdadero progreso civil de Europa consistía en ser el primer lugar sobre la faz de la tierra en el que la presencia de un arma en un hogar era perfectamente prescindible, algo de lo que se podían enorgullecer casi todos lo países de la unión y que podían tomar como símbolo identificativo común.

Además, el temor por el vecino ruso siempre le había parecido infundado una vez había caído el telón de acero. El fatídico telón de acero, barrera entre los dos caudales culturales que contenían la Europa oriental y occidental, alambrado entre parientes y amigos.

Sophie perdió rápidamente la consciencia, y minutos más tarde se hallaba de nuevo, sola, en el compartimento. Abrió los ojos y miró por la ventana. En lugar de la frondosa Selva Negra bávara que debía estar atravesando para llegar a su destino, el paisaje resultaba ser árido y lúgubre.

Había algo de onírico en aquella escena. Las montañas empezaron a sucederse unas a otras de golpe. Sophie ya no entendía nada, hasta que de pronto observó que el tren su paraba en un apeadero y pudo distinguir un cartel maltrecho en el que aparecía un título ¡Pero estaba en alfabeto cirílico! Entonces se abrió la puerta del compartimento y apareció un hombre de pequeña estatura, pelo canoso y un bonito bigote que se sentó enfrente de ella.

── Rusia y Europa no se van a entender ── Comenzó él.

── ¡¿Por qué no?! ── exclamó Sophie.

── Demasiadas rivalidades y confrontaciones, conflicto de intereses, profundo desentendimiento mutuo...

── ¿Desentendimiento mutuo? ¿En qué consiste la Rusia de los dos últimos siglos sino en una emulación del resto de Europa, y más concretamente de Francia?

── Es posible, pero Rusia también nació al calor de las culturas orientales ── Y al escuchar ésto Sophie se percató de que el tren ahora pasaba junto a la Catedral de Saint Bassilev, sobre la Plaza Roja.

Ahora ya todo resultaba insufriblemente irreal. ── Pero ¿Y qué me dices de Roerich, de Troubezkoy, de Dostoievski...? ¡Toda Europa ha bebido de sus libros!, Compositores como Shostakovich, el Grupo de los Cinco, Tchaikovs... y Sophie paró de refutar de golpe. Es él ¿Cómo no había caído?, pensó. ¡Es clavado al del retrato de Kuznetsov!. El hombre sonrió entonces, y fijando su mirada con sus vibrantes ojos azules le guiñó un ojo.

Sophie despertó con un sobresalto. Miró a su alrededor. El tren estaba empezando a aminorar y la mochila de Tim seguía tirada en el otro asiento, aunque de su dueño no quedaba ni rastro.

Volverá enseguida, pensó Sophie. Así que agarró su propia mochila y salió corriendo del compartimento. Múnich la esperaba.


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A ver si hay suerte y nos vamos a Europa.



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28-09-09


Y gané, gané, gané, gané...

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